Es común que los pacientes sientan miedo o ansiedad cuando se les comunica que necesitan un injerto de hueso, sin embargo, con los avances actuales en el campo de la ortodoncia, este proceso ha llegado a ser sencillo y rutinario, si se realizan los procedimientos pertinentes.
La técnica, no siempre es necesaria, aun así en situaciones determinadas, resulta imprescindible, por ejemplo, tras una extracción dental para mantener la dimensión osea, en técnicas de elevación del seno maxilar o para crear una base solida ideal para colocar un implante de titanio.
En los procesos de post-extracción, se coloca el injerto para preservar la cresta alveolar y disminuir defectos óseos, pues así se mantiene la altura ideal del hueso, y se evita la pérdida de volumen del mismo.
En el injerto en el seno maxilar, el objetivo es proporcionar la base necesaria para poder iniciar un proceso de implantologia.
Cabe aclarar que el uso de prótesis removibles, o dentaduras completas, son causantes potenciales de disminución del volumen oseo, por el desgaste que estos producen.
Existen 5 métodos o categorías para aumentar el hueso:
Hueso Autógeno: el trasplante se realiza de una parte donante, a otra receptora del mismo paciente.
Aloinjerto: el material óseo es tomado de otra persona, generalmente un cadáver, por lo que debe ser sometido a un riguroso proceso de descontaminación antes de ser utilizado.
Xenoinjerto: El hueso es de origen bovino.
Aloplasticos: El material usado es sintético, no proviene de ningún ser vivo.
Factores de crecimiento: Estos estimulan el crecimiento de ciertos tejidos. por lo que, en ocasiones, podría sustituir los injertos del tipo autógeno.
Para reducir el riesgo de pérdida osea dental, lo mas recomendable es sustituir rápidamente las piezas perdidas o, realizar una intervención para la conservación de la cresta.